En el marco de la gala Inaugural Hispánica, realizada en Washington DC, el presidente argentino recibió el premio LWS 2025 Titán de la Reforma Económica. Entre los invitados que se fotografiaron con Javier Milei estaba Roger Stone.
Se trata de un consultor/analista político que ofrece sus servicios y es conocido por promover escándalos que lo han llevado a afrontar más de un proceso judicial en Estados Unidos. En el documental “Get Me Roger Stone” que se pude ver en la plataforma Netflix, el propio protagonista se presenta como una “agente provocador” y hace gala de haber sido el primero en usar publicidad negativa en campañas políticas y destaca sus mandamientos como por ejemplo “es mejor ser infame que ser desconocido” o “para ganar hay que hacer lo que sea”.
En 2023 apareció cerca del equipo de Milei luego de las generales y se sacó fotos con Agustín Romo, dialogó con Juan Pablo Carreira (La Derecha Diario) y promocionó contenidos de La Libertad Avanza señalando que Milei estaba a punto de convertirse en el libertario más exitoso de la historia política. “Su grandilocuencia, su conocimiento de los medios y su feroz voluntad de aprovechar el momento son lo que lo convierte en un líder notable”, destacó.
En el libro El Arca de Milei de ediciones Futurock se aborda el rol de Roger Stone en la toma del Capitolio durante enero de 2021 y la influencia de su figura en el ecosistema mediático digital de las nuevas derechas.
A continuación un fragmento del capítulo Las fuerzas del cielo vienen del norte incluido en Shock político:
Las fuerzas del cielo vienen del norte
Donald Trump había perdido las elecciones en Estados Unidos. Después de cuatro años en la presidencia, los votantes le negaron un segundo mandato. Pero el magnate no estaba dispuesto a aceptarlo. Por recomendación de su amigo, el consultor Roger Stone, el presidente norteamericano decidió no reconocer la derrota ante el demócrata Joe Biden. El miércoles 4 de noviembre de 2020, cuando aún se estaban contando las boletas, proclamó su victoria y denunció un gran fraude al pueblo norteamericano: “Estábamos preparándonos para ganar esta elección. Francamente, ganamos esta elección”.
Tras la declaración de Trump, #StopTheSteal (“Detengan el robo”. El movimiento había sido creado originalmente por Roger Stone en 2016 ante la posibilidad de una derrota y fue puesto en acción nuevamente en 2020) se convirtió en tendencia en las redes sociales y no paró de crecer. El grupo de Facebook con el nombre del movimiento registró números nunca vistos. En menos de 24 horas, ya eran 300 mil miembros. Aparecieron videos con testimonios denunciando irregularidades, llamados a la insubordinación y a la guerra civil. El grupo fomentaba la conversación digital de la comunidad pro-Trump. Las versiones sobre “el robo” circulaban por los foros de 8kun, y los más fanáticos esperaban que Q , la fuente primaria de las teorías conspirativas diera su veredicto.
En la tarde del jueves 5 de noviembre, el grupo ya tenía cerca de medio millón de comentarios e interacciones. En Meta decidieron cerrarlo. Pero el movimiento no se detuvo. Los seguidores de Trump abrieron una página web y trasladaron el reclamo a las calles.
Cuando el sábado 7 los medios de comunicación anunciaron el triunfo de Joe Biden, la reacción de los seguidores de Trump fue inmediata: convocaron a movilizarse el 14 de noviembre en Washington en lo que llamaron la “Marcha del Millón MAGA”. Fue el inicio de la insurgencia trumpista.
La marcha no era multitudinaria, pero sí muy intensa y el presidente jugó sus fichas. Pasó a saludar a los fieles que se habían reunido en la Plaza Freedom. Sin bajar del auto, desde el asiento trasero, saludó por la ventanilla con su gorra roja de MAGA. La gente celebraba el gesto con banderas de Gadsden y confederadas, carteles con la consigna Stop The Steal, gigantografías de Trump en modo Rambo, gorras azules y rojas. Había seguidores de QAnon, los Proud Boys y referentes republicanos identificados con la extrema derecha.
El equipo legal de Trump sostenía, con el apoyo de la cadena de noticias Fox y las comunidades digitales, que el caso de las irregularidades era sólido. Sin embargo, las presentaciones en los tribunales eran desestimadas una tras otra y solo servían para alimentar la indignación de quienes estaban convencidos del fraude desde el principio.
El clima en las calles se fue caldeando cada vez más. Ante los rechazos en sede judicial, los grupos más extremos comenzaron a escrachar a los funcionarios y trabajadores del sistema electoral. Sus rostros eran viralizados en las diferentes redes y plataformas. Publicaban sus domicilios y rodeaban sus casas con consignas amenazantes hacia ellos y sus familias.
–Alguien va a salir lastimado, a alguien le van a disparar, van a matar a alguien. Esto no está bien –advirtió Gabriel Sterling el 1 de diciembre de 2020 en una interpelación directa al presidente Trump, quien compartía en su cuenta de Twitter las teorías que alimentaban el enojo con el sistema electoral.
El 12 de diciembre, los seguidores de Trump organizaron una segunda marcha en Washington. La consigna central fue Stop the Steal. Aquella tarde surgieron las primeras versiones tendientes a instalar una conspiración republicana para traicionar a Trump. El llamado a destruir el partido comenzó a debatirse en los foros de 8kun. A esta altura, las teorías incluían a miembros del partido y los acusaban de cobardes por acordar con los demócratas a cambio de prebendas. Esta idea era fomentada por Ron Watkins, un activista de la conspiración a cargo de la plataforma 8kun, defensor y promotor del movimiento QAnon.
El 14 de diciembre de 2020, la sentencia del Colegio Electoral confirmó el triunfo de Joe Biden. Luego que se hiciera pública la noticia, comenzaron a viralizarse videos de Ron Watkins incitando a Donald Trump a imitar a Julio César y usar al ejército para restaurar la República.
Con medio millón de seguidores, el hombre detrás de 8kun se presentaba como experto analista en sistemas y divulgaba información que los seguidores de Trump tomaban como válida para insistir con el fraude electoral. Desde su cuenta de Twitter le pedía al presidente que invocara la ley de Insurrección para impedir que los demócratas llegaran a la Casa Blanca. Las publicaciones del joven conspirador no pasaban inadvertidas. El propio presidente compartía la publicaciones de Watkins, validando los contenidos y dándole entidad al usuario, quien superó el medio millón de seguidores a comienzos de enero de 2021, cuando divulgó que contaba con información de inteligencia que demostraba que el fraude sería consumado producto de la traición del vicepresidente Mike Pence.
La última oportunidad para los trumpistas de impedir que Biden llegara a la Casa Blanca era el 6 de enero. Resultaba indispensable que el vicepresidente desconociera los resultados del Colegio Electoral. Con ese objetivo se organizaron las caravanas patrióticas y miles de seguidores de Trump abandonaron sus ciudades con destino a Washington. En los foros se discutió qué tipos de armas llevar y cómo cuidarse de la resistencia Antifa. Circulaban videos de cómo construir barricadas y enfrentarse a la policía en caso de ser necesario. En 8kun se analizaban propuestas extremas ante la posible traición de Pence que implicaban tomar el Capitolio y meter presos a los congresales que intentaran validar el triunfo de Biden.
El 6 de enero por la mañana, Donald Trump se presentó ante una multitud de seguidores en Ellipse, un parque al sur de la Casa Blanca. Habló durante casi una hora. En el escenario una pantalla gigante de fondo mostraba una enorme bandera de Estados Unidos y la frase Save America march: “No queremos ver nuestra victoria electoral robada por los demócratas radicales de izquierda, robadas por los medios de comunicación falsos. ¡Eso han hecho y eso están haciendo!”.
La multitud escuchaba atenta mientras circulaban nuevas versiones de la traición de Pence, que alimentaba Ron Watkins. El padre del activista digital estaba entre la multitud, orgulloso de su hijo. Vestía una remera amarilla con la serpiente cascabel y la frase Don’t tread on me. Junto a los manifestantes, gritaba con el puño en alto: “¡Stop the steal! ¡Stop the steal! ¡Stop the steal!”.
Donald Trump pensaba que era su última oportunidad y continuó instando a sus seguidores a no rendirse ante la traición:
–¡Nunca nos rendiremos! ¡Nunca cederemos! ¡No pasarán, no se cede cuando hay un robo de por medio! Si ellos no luchan, tenemos que eliminar a los que no luchan. Marcharemos –los arengó– yo iré con ustedes, iremos al Capitolio.
Mientras los congresales participaban de la sesión conjunta en la Cámara de los Representantes para validar los votos del Colegio Electoral y certificar la victoria de Joe Biden, los seguidores de Trump empezaron a rodear el edificio. Las imágenes que mostraban los enfrentamientos entre manifestantes que avanzaban sin detenerse y la policía desarmada en el exterior del Capitolio comenzaron a circular por el mundo. No pasó mucho hasta que los insurrectos ingresaron al interior del edificio y los congresales debieron ser evacuados.
Grupos inorgánicos recorrían los pasillos e ingresaban a los despachos. El objetivo principal de la mayoría era Nancy Pelosi. “¡Naaaaaaaaaancy! ¡Naaaaaaaancy!”, gritaba por los pasillos el cabecilla de un grupo de hombres con palos que quedaron registrados por las cámaras de seguridad. La demócrata había impulsado el juicio político a Trump en 2019 y se puso al frente de la defensa de la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible ante los intentos republicanos por cancelarla. Su despacho quedó destruido.
Jacob Chansley, conocido como Jake Angeli, se sentó en el sillón del vicepresidente Mike Pence con el torso desnudo, la cara pintada de azul, rojo y blanco y un sombrero de cuernos de búfalo y piel de coyote. Empuñaba una lanza con la bandera de Estados Unidos. Alguien le sacó una foto y el chamán de QAnon se volvió viral. Su imagen se convirtió en el símbolo de la toma del Capitolio. Si bien el mundo lo conoció ese día, el activismo de Jake Angeli, su participación en QAnom y la presencia en los mítines de Trump venían de larga data. Durante todo el 2020 había participado de las manifestaciones antivacunas y se oponía a las restricciones sanitarias. Subía videos a internet difundiendo teorías conspirativas y se presentaba como locutor y actor. Había sido desafectado en 2007 de la Armada norteamericana por mal comportamiento. Aquella entrada al Capitolio y la foto en el despacho de Pence le costaron una condena a 41 meses de prisión.
La toma del Capitolio terminó con cinco muertos: un policía y cuatro civiles. Además de decenas de heridos y daños materiales. En el medio, pastores llamaban a luchar por los valores cristianos que advertían sobre el fin de Occidente y el Apocalípsis. Policías arrastrados por los túneles y arrojados a una turba que los golpeaba y los devolvía moribundos a sus compañeros. Picanas eléctricas. Banderas de Gadsden y confederadas. Una guillotina en el centro del parque desde la cual un joven gritaba con un megáfono que era tiempo de insurrección.
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Victoria Villarruel había hecho en Washington un seminario de Coordinación Interinstitucional y Combate al Terrorismo. Conocía bien Estados Unidos y, cuando vio las imágenes de la toma del Capitolio, escribió desde Argentina un extenso hilo en Twitter ilustrado con imágenes:
Independientemente de lo que pienses de Trump, es más que evidente que el último año, con casi 600 manifestaciones por el ex Black Lives Matter, este movimiento heterogéneo junto con los Antifa han encendido la mecha de un conflicto profundo en la sociedad americana. Las marchas violentas de Kenosha, Wisconsin, las escenas de blancos arrodillados pidiendo perdón a los afroamericanos, la creación de “Chaz” en Seattle durante las protestas x BLM, todo eso abonó con mucha más violencia y durante todo el 2020 lo que ocurre hoy.
Veamos todo el mapa: de la violencia políticamente correcta no se salvaron ni las estatuas. En varias ciudades fueron vandalizadas estatuas de Colón, del Padre Junípero Serra fundamental en la creación de California, de soldados confederados y hasta del abolicionista Hans Heg que terminó decapitado.
Con BLM y los Antifas, la extrema izquierda y el globalismo que han fogoneado sin descanso la violencia y la grieta (que existe) en el pueblo americano.
Villarruel no era la única que estaba atenta a los acontecimientos en el norte. Los jóvenes libertarios argentinos compartían la teoría del robo de votos amplificada por el movimiento Stop the Steal. Eugenia Rolón compartió el repudio de Jair Bolsonaro al fraude electoral en Estados Unidos y advirtió sobre posibles intentos de fraude electoral en las elecciones brasileñas de 2022. En Una pasantía con Euge Rolón, Juan Pablo Carreira, el joven estudiante de ingeniería en la UBA, fundador de La derecha diario e impulsor del El Club de los viernes en Argentina también habló de lo que pasaba en el norte:
–Es muy kirchnerista Estados Unidos. La gente tiene a Estados Unidos muy arriba. Yo también, pero por otros temas. La gente cree que no hay corrupción, que no roban, que no hay delincuencia y no es así. Tienen niveles de delincuencia altísimos, pero la mitad del país tiene armas. Entonces, si te quieren robar, le metes un tiro y listo. Por eso la misma gente dice: “No voy a robar porque tal vez me vuelan la cabeza”.
Para Juan Doe, como se lo conocía en las redes a Carreira, en términos políticos Argentina y Estados Unidos se asemejan, el país del norte es mejor solamente por sus instituciones. Fueron esas instituciones elogiadas por el joven libertario las que consagraron a Joe Biden presidente de los Estados Unidos. Después del 6 de enero, la Cámara de los Representantes conformó un comité selecto de republicanos y demócratas para investigar el ataque y la toma del Capitolio.
En un informe (Final Report Select Committee to Investigate the January 6th Attack on the United States Capitol December 22, 2022 117th Congress Second Session House Report 117–663) de más de ochocientas páginas, el comité hizo foco en un incremento considerable de mensajes en redes sociales contra la confiabilidad del sistema electoral que colaboraron con el clima de violencia: “Las redes sociales desempeñaron un papel destacado en la amplificación de afirmaciones falsas de fraude electoral”, puede leerse en las conclusiones del documento final (El informe se dio a conocer en diciembre de 2022 y se basa en 1200 entrevistas realizadas durante un año y medio, correos electrónicos, documentación oficial, sentencias de tribunales estatales y federales sobre causas vinculadas al ataque al Capitolio.) . “Donald Trump no fue un consumidor pasivo de estas mentiras. Los propagó activamente. Una y otra vez se informó al presidente que sus afirmaciones de fraude electoral no eran ciertas sin embargo eligió difundirlas de todos modos”.
Trump siguió difundiendo información falsa incluso después de que la justicia rechazara docenas de demandas. Ni siquiera la certificación por parte del Colegio Electoral de la victoria de Joe Biden el 14 de diciembre de 2020 impidió que el presidente mintiera y destinara sus esfuerzos a bloquear la transferencia del poder el 6 de enero de 2021.
La investigación concluye: “En lugar de aceptar su derrota, Trump intentó justificar su Gran Mentira con una serie de afirmaciones cada vez más absurdas. No se dejó simplemente extraviar por quienes lo rodeaban. Promovió activamente teorías de conspiración y afirmaciones falsas de fraude electoral incluso después de que le informaron que carecían de fundamento. Millones de partidarios creían que les habían robado las elecciones. Muchos de ellos todavía no lo saben, pero el presidente sabía la verdad y decidió mentir al respecto. No se debe subestimar el poder del púlpito del presidente, especialmente en la era digital. Sus mentiras sembraron semillas de desconfianza en el sistema electoral estadounidense”.
Consta en el informe que el vicepresidente Mike Pence y los asesores de la Casa Blanca le dijeron en reiteradas oportunidades a Donald Trump que debía reconocer la derrota y que no había evidencia de que la elección hubiera sido “robada”. Sin embargo, el presidente prefirió seguir el consejo de su amigo Roger Stone, quien le dijo que era imperioso decir públicamente que había ganado.
Stone fue citado por el comité para declarar, pero invocó su derecho de la Quinta Enmienda a no incriminarse a sí mismo ante cada una de las más de setenta preguntas que se le hicieron sobre sus comunicaciones directas con Donald Trump y su papel en los acontecimientos.
Aún con el paso de los años, los jóvenes libertarios argentinos continuaron creyendo que la elección “fue robada” y que la toma del Capitolio fue orquestada por las fuerzas de seguridad aliadas a los demócratas. Para Agustín Romo, no hay dudas sobre el triunfo de Donald Trump en las elecciones de 2020 y el robo de los demócratas, y así lo expresó en una entrevista brindada a Cenital (19 de mayo de 2024):
–Había infiltrados del FBI ahí que laburan para los demócratas fomentando el quilombo y lo dijo Tucker Carlson y por eso lo echaron de la Fox. Es todo parte de la persecución judicial contra Trump. Lo dijo Elon Musk. Lo twitteó. No es una opinión de un gordo boludo que vive en la Argentina como yo. Es una cosa que se admite.
Romo estudió abogacía, pero no terminó. Nació y vivió toda su vida en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Es seguidor de Milei de la primera hora y se considera un nacionalista que no confunde el amor a la patria con el amor al Estado. Nieto de la actriz Cristina Lemercier y Raúl Ortega, el hermano de Palito; es admirador de Carlos Saúl Menem.
Junto a Daniel Parisini, el joven santiagueño conocido en el ecosistema digital como El Gordo Dan, frecuentaban el Club de los viernes, que coordinaba Juan Pablo Carreira. El creador de La derecha diario era, al igual que sus amigos, un reconocido tuitero. A diferencia de los integrantes del Ministerio del Odio o de la agrupación Nueva Centro Derecha, que tenían presencia en las calles, su terreno de disputa eran las redes y las plataformas digitales.
Para Romo, Parisini y Carreira, Roger Stone es una referencia. El colaborador de los republicanos es una leyenda. Su ideología –que no esconde– lo ubica como un partidario de la derecha más conservadora conocido por promover escándalos que lo han llevado a afrontar más de un proceso judicial en Estados Unidos.
En el documental Get Me Roger Stone, el protagonista se presenta como un “agente provocador” y hace gala de haber sido el primero en usar campañas de publicidad negativa en los procesos electorales. Entre sus mandamientos, dice que es mejor ser infame que ser desconocido y que para ganar hay que hacer lo que sea: “Me deleito con su odio, si no fuera eficaz, no me odiarían”, dice, orgulloso, en el documental.
Se atribuye haber sido uno de los ideólogos políticos de la candidatura de Donald Trump, por la que trabajó desde la década del ochenta junto con el abogado Roy Cohn. En 1980, fundó un bufete en Washington junto a Charles Black y Paul Manafort, el exjefe de campaña de Trump condenado por delitos de conspiración relacionados con sus trabajos de lobista en Ucrania, fraude fiscal y bancario.
“Stone se mueve en los confines de la moralidad y suele irrumpir en la trastienda de grandes polémicas, desde el Watergate al recuento de votos en las elecciones de 2000, que perdió el demócrata Al Gore. Su ojo para los trapos sucios y su influencia se mitifica o se desdeña, pero siempre se acaba hablando de él”, dice el periodista Joan Faus sobre el polémico consultor en El país de España.
Cuando se destapó el caso Watergate, en 1972, Stone tenía diecinueve años y colaboraba en la campaña de reelección de Richard Nixon, a quien tiene tatuado en la espalda. Desde entonces, no hubo una elección en Estados Unidos en la que no haya tenido algún tipo de protagonismo.
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Más información sobre Roger Stone en El Arca de Milei ¿Cómo y con quién construyó su poder? Ediciones Futurock.

